Estos personajes de la novela que no son nadie (así señala el reseñista, enfadándose conmigo) por fuerza han de ser nadie: carentes de la conciencia crítica que hoy exige la tipificación del fenómeno: el héroe que se enfrenta a los nazis. Han de ser nadie para encarnar el pavor y la parálisis que preludian el sometimiento ante la nueva ley racional (divina): el exterminio como superación de la especie. Sólo quien se arrogue la muerte del profesor se alzará sobre el dios vencido de la conmiseración. Sólo quienes comprendan al arrogante serán premiados con el sentido de la nueva racionalidad.