Tan desangelado e invernal estaba el salón de valquirias de la Fonda España que parecía incluso que nosotros tampoco habíamos asistido a la cena. Uno miraba las sillas vacías y dudaba si era el ausente. En la mesa, por el barrio chino nos condujo Alberto en busca de sus novias de alquiler. Nos describía unas calles, antes tan familiares, que ya no conocíamos. Concha y yo, de jóvenes, nos sentábamos en la barra de un puticlub a sestear la indolencia de las tardes. Pero los recuerdos nos equivocan. Si ocurrió fue en otra ciudad, ella la nombra Montevideo; yo, olvido.