«Una vez en Iowa..», así empieza un poema de Seamus Heaney —en su último libro— que me ha impresionado. Habla de una cosechadora abandonada, en mitad de un desierto nevado. Tenía una idea más idílica de Iowa, un lugar que ni siquiera sé por dónde cae. Estuve pensando. Transitábamos por una autopista de Pensilvania. Conducía Mark. Con él iba Jesús, delante; detrás, Astrid, Cristina y yo. Nos mostrábamos los libros que acabábamos de comprar en Harrisburg. A mí seguían emocionándome los camiones americanos. Adelantábamos uno, saqué la cámara y salió en la foto. Un camión de Iowa. Un cielo diáfano.