Amores, Mari Trini
«He descubierto un blog con canciones de amor», grita desde su bicicleta Julio como quien aplica las nuevas tecnologías a pretextos antiguos. «Vamos a verlo», acepta subir Ana a su habitación en la residencia. Mientras el aparato arranca entre quejas y balbuceos, él le muestra un yogurt de coco: «¿Te apetece? Es lo único que tengo, está fresquito». La luz entra por detrás, y sobre la pantalla encendida Ana no mira las palabras que Julio pronuncia, sino sus ojos pendientes de leerlas. «A esta canción le falta algo» —dice maliciosa. Y es el blog, ahora, el que descubre el amor.