Estaba seguro de que algo mío quedaría en mi retrato. Ya lo había probado casi todo y en diversas combinaciones, desde las confesiones de un desmemoriado hasta los autorretratos de un desconocido. Es lo que caracteriza la literatura si no se la toma en serio. Permite ir pasando de juego en juego. Pero cuando uno se ha cansado de divertirse y se sienta en verano bajo el toldo de un bar a tomar un refresco, algo ha de permanecer a flote en la conciencia para no verse desaparecer como las burbujas de una bebida efervescente abandonada antes de ser consumida.