En el espacio cerrado de un silencio prendió aquel significado que el estudiante de filología y comunicación se entretenía desentrañándolo a ratos, mientras aguardaba a que se encendiera el viejo ordenador que el departamento había puesto a disposición de los becarios. No le preocupaba desconocer su contenido. Tenía artículos por leer, a montones, y aplicaciones que rellenar durante horas sobre el uso al que destinaba su horario. Los otros conceptos que aparecían aquí o allá los resolvía con un mero golpe de buscador. Todo parecía hablarle con claridad desde sus resúmenes, menos aquel instante en el que había permanecido callado.