Con ser los Poemas enumerativos de Eduardo Moga (1962) una auténtica avalancha, los dardos llegan al lector uno a uno, independiente cada eslabón de la cadena, mucho más singular cada aspecto enumerado que afirmado en solitario en cualquier texto discursivo. No es un acaso, sino un efecto desconocido de la enumeración. Algo que se podría enunciar así: enmascarada una idea entre iguales en el desfile verbal se convierte en la mejor manera de aislarla en su singularidad de pensamiento. No impresiona solo lo enumerado, sino también la ampliación de enumeraciones posibles, donde cada una convierte su asunto en un tratado.