Me preguntáis por qué no os acompaño en el paseo que emprendéis cada atardecer hacia el jardín por el sendero de las hortensias. Os preguntáis también por qué, a la vuelta, califico los versos que habéis escrito como superficiales y las correcciones que os propongo, sin haber ido, os parecen que ahondan en lo que deseáis expresar y no habéis sabido cómo. Qué interesante esta cuestión. La respuesta, como todas, es sencilla. Cada anochecer, cuando os vais, me adentro en el jardín con la azada y una tinaja de agua fresca y limpio y riego cada una de las plantas.