En la piedra que el joven lanza con audacia al lago por admirar después los círculos concéntricos que provoca sobre su superficie, ¿dónde se esconde el poema? ¿En el ojo que salta desde su órbita tras el impacto y cae a la arena convertido en un amasijo informe de vísceras? ¿O en el cielo sanguinolento que se derrama por las montañas en la puesta de sol de un día de verano? ¿O tal vez en la cadena con la que el accidentado ata a una farola su bicicleta antes de que llegue la ambulancia que se lo ha de llevar?