JOSÉ ÁNGEL CILLERUELO / LIBROS / ESCRITURAS

domingo, 28 de agosto de 2022

Cuentos del hada jubilada (sexagésimo tercero)



Los gatos recorren la pasarela del día con la elegancia de un pase de modelos. El perro tuerce la cabeza mientras mira con la lengua fuera y parece sonreír. Una mariposa huye decepcionada con las flores del vestido, al darse cuenta de que su dulzura es de una naturaleza que desconoce. Los escarabajos caminan entre los terrones de arena con paciencia de filósofos. Una araña, diminuta y simpática, hace sus costuras artesanas en un rincón de la leña. La pareja de golondrinas que ha anidado en el tejado lo visita una y otra vez con la ilusión de padres primerizos.

miércoles, 24 de agosto de 2022

Cuentos del hada jubilada (sexagésimo segundo)



En el momento de regresar desde los campos y fincas de labranza, por los caminos de arena hacia la población, hay quien la abandona. La tarde se pone sobre el horizonte, como los créditos de una película en un cine de la capital, para nadie. Para el proyeccionista, quizá, que desde el ventanuco del fondo en la sala admira lo que ha mostrado. Y también para quien a esa hora olvida las calles, ya bulliciosas, y avanza de cara a poniente, escuchando el crujir de los guijarros bajo sus pasos y el temblor en la maleza que producen las alimañas.

jueves, 18 de agosto de 2022

Microlecturas | 22 | Evitar la niebla



Evitar la niebla tiene más de la personalidad de su autor que de lo que este le deba, por quedar bien, a la poesía. Se trata de un estilo personal encarnándose, ahora, en versos. Una escritura, la de Fernando Sanmartín, cuya escenificación en género —sea poesía, novela, diario o artículo— se convierte en algo secundario. Lo que importa es la efervescencia del pensamiento mientras entrevera el juicio de la cotidianidad con el uso popular de citas cultas, la prosopopeya más completa con la verdad íntima del diario personal, la sonrisa humorística con la flecha que rasga las defensas del lector.

domingo, 14 de agosto de 2022

Microlecturas | 21 | E eu era a casa



Esta primera reunión de versos escritos por la fotógrafa lisboeta M Céu Costa es un libro íntimo («Son cosas que necesitas saber»), delicado («Lo dijiste a mi lado»), profundo («Derivando hacia las grietas los barcos que tiene la vida»), lúcido («Y yo era la casa / La música del mar») y luminoso («En el amanecer del loto»). Son poemas que hablan con la misma voz que lo hacen sus fotografías, formando parte de una misma mirada creativa que encarna, sea con la luz o con las palabras, la fascinación ante los significados enigmáticos: «Fíjate / Cómo trabaja la lluvia sobre la tierra».

miércoles, 10 de agosto de 2022

Microlecturas | 20 | La poesía como caída



Caer es una forma de abandonar el equilibrio. A la poesía se le supone, desde el equilibrio, el movimiento de ascenso, como a los globos aerostáticos. Jesús Aguado revisa la historia de los poetas para refutar esta convención y sugerir la opuesta: la forma de la poesía es el desequilibrio en estado de pureza. Su única manera de ascender ha de ser, por lo tanto, caer. Al agua desde la barca, ebrio, por abrazar la luna Li Bai; desde el avión el niño constante Saint-Exupéry. A la tierra, desde el cielo, el río Ganges. Para salpicar brillos sobre los versos.

viernes, 5 de agosto de 2022

Microlecturas | 19 | La aventura



La inestabilidad del ser, viene a decir Agamben en sus investigaciones con arranque filológico, estaba ahí desde el origen. La incerteza del yo animaba lo más certero de la conciencia medieval, pero solo ahora, cuando se le ha rasurado al lenguaje su capacidad de encarnar (y la aventura agoniza en la trivialidad de sí misma), se comprende. El hilo cada vez más fino de las palabras con las que acontece el presente apenas es capaz de sujetarlo, es decir, de implicar al sujeto. De donde resulta la sangrante paradoja de que solo en el espejo de lo antiguo se vea.

lunes, 1 de agosto de 2022

Microlecturas | 18 | Una senda en la penumbra



Un aliento japonés recorre este diario con estructura estacional, que empieza en primavera y concluye, después del arduo invierno, en primavera. En una anotación, María Ángeles Robles declara haber dejado que otros libros hablaran por ella. Es lo que afirmaría cualquier buen lector, y la autora lo era antes de iniciar su diario —en el que hay más evocaciones y atmósferas que tiempo transcurriendo—, ahora, una vez escrito, merece el reconocimiento de maestra en el arte de la sutileza. Don ejercido entre paisajes de sierra y de costa, que entrega a la memoria el protagonismo de erguir el presente.