Enrabietado adolescente que golpea la puerta tras la que le han encerrado unos padres asustados por las transformaciones, la primavera, hoy exhausta, se ha abandonado sobre la cama y adormilada se olvida de berrear contra los cristales de las ventanas. Así describes la calma de la tarde para que sonría, y sonrío, aunque el sillón de mimbre del jardín se me clave un poco en las nalgas y sospeche que las ropas de verano que he elegido acaben por ser inadecuadas. Sigues entrelazando metáforas e ironías para que siga sonriendo, y lo hago pese a la amenaza de un abejorro.