La tarde se desliza por el tejado de la casa con la sonrisa infantil de quien irrumpe en territorio prohibido. Mofletes colorados, frente perlada, nariz que moquea. Hago como que no la veo. Me entretengo con las flores que nacen en los márgenes del huerto, contemplo las hojas del limonero, aseguro las cañas que sujetan las tomateras, persigo con la mirada la mariposa que inspecciona mi trabajo de hortelano. Acabo de regar y se expande el olor a tierra húmeda. La tarde brilla en las tejas antes de irse. Me acerco a la cornisa, por cogerla al vuelo si resbala.