Cuando escuchó en boca de un adulto la palabra carencia, la niña no la entendió, pero guardó su sonoridad en el estuche de los lápices de colores y acaba de preguntársela a la maestra. Lo primero que piensa, ahora que la conoce, es en su muñeca. No quiere que sea pobre. Aunque mientras está en el colegio, la muñeca no tiene con quién jugar. Tampoco la niña, solo le dejan llevar a clase libros. Tiene muchas compañeras, es verdad, pero no es lo mismo. Cada día le toca esperar hasta la tarde para acabar con las carencias de las dos.