Del ferrocarril me ha quedado el recuerdo de lo que se está yendo en cada momento. Ruidos, ajetreo, voces, un silbato. El mundo dentro de un baúl que arrastra por el andén el mozo de cuerda. Las despedidas, flores que arrancan un repentino traqueteo, una explosión, la nube de humo negro. Del Danubio conservo lo que el agua no consigue llevarse a su paso. Los pilares de puente, de sólida piedra, corazón que rechaza cualquier caricia. Inalterable también permanece la imagen que proyecto sobre la superficie si me asomo desde la barandilla. La corriente la ondula, pero la sombra resiste.