Se ha quedado la noche quieta, animal dormido a los pies de la madriguera. Las luces tatúan la piel oscura. Antes de ir en busca de los laberintos del sueño, fijo durante un instante la mirada ante la inmensidad. La noche llega con alteraciones. La luz se ha peleado con su final. Y nadie sabe quién ha vencido hasta mucho más tarde, cuando ruidos y movimientos se calman y se posan sobre la realidad. Hay que abrir entonces la ventana para olerla y para sentir la humedad en el cuerpo y escuchar el silencio. La noche quieta, corazón que late.