La maraña es el estado natural del paisaje igual que la razón es la vocación artificial del ser humano. Ambas parecen avanzar por sentidos opuestos, si hay alguien que se anime a recorrerlos. El bosque por sí mismo cada vez se vuelve más intrincado y el pensamiento más diáfano. La utopía consiste en juntarlos. Bien el filósofo andariego, bien el excursionista sensible. Como experimento, no está mal. Lo cierto, sin embargo, es que, con el tiempo, todo parece acabar en tránsitos paralelos. Las espesuras desaparecen al mismo tiempo que las ideas, y ambas han pasado a manos de los coleccionistas.