La pureza es un helado de limón en la mano de una niña que corre calle abajo en busca de un amigo con quien compartirlo. Es el amigo que se da la vuelta al oír su nombre y en el gesto de aburrimiento dibuja de repente una sonrisa capaz de derretir todo un iceberg. Es el iceberg del polo sur que el cambio climático empuja a la deriva de los vientos, una montaña de fulgor blanco que añora el continente helado que lo vio partir. Es el helado de limón que los dos han compartido una vida en la memoria.