Linternas, lámparas, bombillas. La claridad no está en encenderlas a la máxima potencia, sino en apagarlas. En dejar la luz de la luna acostada sobre la arena del sendero que se sigue. No está la claridad en borrar las sombras ni en desbaratar las penumbras, sino en comprender a través de la umbría la certidumbre del camino. No aparece más claro lo que no ven los ojos, sino lo que se sabe que está ahí aunque para verlo sea preciso cerrarlos. La claridad no solo oculta, sino que acostumbra a vivir sin aquello que esconde y solo de madrugada muestra.