Ha dejado las gafas de sol sobre una piedra. El móvil, al lado. Se quita la camisa, sudada, y la extiende sobre unos matorrales para que se oree. Al acercarse a la fuente de manera instintiva, con la mano, se ordena el cabello y con índice y pulgar se retira de la comisura de los labios restos de saliva reseca. El camino de ascenso hasta el lugar ha sido arduo. Se arrodilla junto al cauce y donde corría el agua le sorprende una cavidad seca en la que solo hay botellas vacías, bolsas con basura y botes de hojalata descoloridos.