Resuella al avanzar. Recorre el bosque por las sendas donde los jabalíes han removido las raíces y la maleza ha borrado la tierra apretada por la memoria de los caminantes. La acémila le sigue con dificultad. Los cascos rebotan con un ritmo pausado. Como el de su andar. El hombre de los tintes de vez en cuando se detiene en un claro. Suelta el barreño, que al caer dibuja un círculo en la hojarasca. Desata los sacos, los que contienen sus colores preferidos. Ocres, granates, dorados. La mula busca brotes verdes entre la hierba seca. La tarde se siente herida.