Hay quien cierra los ojos ante la
belleza. Un paisaje, un cuadro, una flor. Para atraparla, quizá. Para que le dé
tiempo al alma a grabarla con el punzón del instante y el aguafuerte del
vacío, es posible. Lo he interpretado siempre, aunque nadie pensara en ello al
hacerlo, como un gesto solidario con quienes no podemos admirar lo que se ve de
la belleza. Un pensar en nosotros cegando lo que tanta satisfacción acaba de
darles. Un tenernos presente delante de la belleza como nosotros tenemos en
cuenta a los videntes al abrir ostentosamente los ojos para nada ver.