El viento pasea su oráculo por los campos, desordenándolos. Su único propósito es alterar la forma majestuosa de las flores, despeinándolas; de los árboles, socavando su condición enhiesta; del silencio, poblándolo de culebras. Su profecía es el cambio, la mudanza de lo conocido, el temblor del espacio donde con ladrillos construirán un edificio que lo desafíe. Entra por las ventanas para saciar su sed de preguntas. Cierra las puertas de golpe con desparpajo de bromista y oculta los secretos que están a la vista. Solitario allá donde sople, donde se aloje, donde trastorne, su voluntad busca siempre desmelenar las voluntades.