Desde el horno un aroma dulce, a canela y a virutas de limón, impregna la tarde. Con su vaho desembarca en el puerto del recuerdo la niebla de una infancia. Por la pasarela del presente desciende confusa dentro de uno mismo, que al evocar aquel olor de la inocencia habla ahora con un tono más alto, más desinhibido también. Es el dulzor que expande por el aire una idea muy precisa del gozo. Rumor de multitud que en el muelle espera ver llegar al forastero. Expectativa del encuentro, cuando la cafetera lo mezcla con el olor a cabaña de bosque.