Octubre es silencioso. Camina descalzo. Colecciona gotas de ámbar con hormigas atrapadas. Es discreto en sus vestidos de tono rosa ocráceo. Octubre. Como el telón que ciega el escenario y deja a los espectadores ante el juicio de sí mismos tras los últimos ecos de la obra, así también invita a la introspección. Deshila la madeja de la memoria y despierta los sonidos del propio cuerpo al latir, al respirar, al moverse. Octubre llega en una carta que trae el cartero, con un sello timbrado y el nombre del destinatario, el de cada cual, escrito a pluma. Con su letra.