Lola Nieto (1985) presenta en su primer libro una fábula contemporánea, en la estela de la metamorfosis kafkiana, dividida en dos partes que se corresponden también con dos registros opuestos de una misma evocación: un poema fragmentario, astillado se diría, y unas turbadoras prosas de dietario que en cierto modo ofrecen a posteriori claves para desentrañar los elípticos versos. Un texto impresionista que traza una simbiosis entre la vida animal —una perra negra—, la vegetal —con su propio neologismo: «serárbol»— y la subjetividad, encarnada en una Perséfone que responde más al juego pseudoetimológico del término (para-sí-habla) que al mito.
(El Ciervo nº 747. Mayo-junio, 2014)