El manuscrito de Gustavo Adolfo Bécquer desaparece
—¿Vamos a algún sitio?
—¿Al Suizo?
—Está cerrado
estos días. No ganan para espejos rotos.
—Todo anda al
retortero. No importa. Hablemos en este portal.
—¿De Casta?
—¿Qué dices? No
te entiendo. Traigo una noticia que darte.
—Otra desgracia. Annus miserabilis.
—Puede. De parte
de González Bravo, el Ministro.
—¿Una bendición
suya?
—Me dice que te
diga que las hordas entraron ayer en el Ministerio.
—¿Y…?
—Sí. Asaltaron su
despacho. Le levantaron la plata. Le volcaron la mesa.
—¿Y mi…?
—Le vaciaron los
cajones. Le lanzaron los tinteros contra las pinturas.
—¿Y el libro
que…?
—Prendieron
fuego. No salvó nada.