George Grosz
Cuando desenvuelvo el bombón que deja el servicio sobre el cenicero salta el gusano que se me ha adelantado. Al descorrer las cortinas me alcanza un ácido olor a tabaco. Con la navaja de las uñas hago una melladura en la mesita. Creí que me consolaría sentirme en la mente de alguien el huésped que se dio aquel golpe. Las sábanas, húmedas. La calefacción hace gárgaras. El retumbar de pasos sobre la madera trae el corredor hasta el centro del cuarto. La ventana da a una hilera de coches aparcados. En el parabrisas de uno cualquiera leo mi destino: «Habitaciones».