Cuando se agrupan, los humanos tienden a formar triángulos. Unos ocupan el
vértice superior; la mayoría la base. En algún lugar profundo estará inscrita
esta figura. Cuando se trata de poder, dinero y tantas otras cosas, parece muy claro desde dónde se rige el triángulo. En cuestiones de arte e
inteligencia —tal vez incluso en política— no resulta ya tan evidente que el
prestigio se ubique en el vértice. Se tiende a pensar que es así. Así se narra
el pasado. Pero desasosiega ver que tantas veces el punto rector, la impuesta excelencia, se sitúa a mitad de la hipotenusa.