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He observado que existen dos maneras de que no haya nubes. El anticiclón —o nubes simpáticas— se las lleva a otra parte y deja el cielo pintado de un azul transparente, artesano, conmovedor. Con este fondo las fotografías quedan impecables. Incluso la vida da la impresión de que está a la altura de las fotografías. En la otra forma, las nubes, ahora hinchadas y ápteras, restriegan su opacidad por el suelo e impiden que al elevar la vista se vea nada. Cuando llega la niebla —la taciturna, la incómoda— la misma idea de cielo se convierte en quimera. En realidad.
He observado que existen dos maneras de que no haya nubes. El anticiclón —o nubes simpáticas— se las lleva a otra parte y deja el cielo pintado de un azul transparente, artesano, conmovedor. Con este fondo las fotografías quedan impecables. Incluso la vida da la impresión de que está a la altura de las fotografías. En la otra forma, las nubes, ahora hinchadas y ápteras, restriegan su opacidad por el suelo e impiden que al elevar la vista se vea nada. Cuando llega la niebla —la taciturna, la incómoda— la misma idea de cielo se convierte en quimera. En realidad.