Con el gabán abrochado hasta el cuello, gorro, botas, guantes, avanza bajo la tormenta. Los copos, mínimas astillas de hielo, dibujan cenefas infantiles sobre los pliegues mientras camina. Cada ventana que cruza es el cuadro de una exposición que ha visto: una familia cena alrededor de la mesa, dos personas hablan frente al chisporroteo del hogar, una joven lee, un candil encendido en una sala vacía. La ciudad se refugia del tiempo en el tiempo. Sólo él ha salido a la intemperie. Se dirige hacia el estanque. Nieva. Sus ojos rascan, lijan la oscuridad para desvelar los colores que oculta.