La lluvia que cuela la ventana abierta del estudio motea con esmero el apunte donde el pintor había dibujado las aguas del estanque. Las gotas que han chocado contra los cristales resbalan con indolencia, invitando a la fiesta cuanto encuentran a su paso, y se lanzan contra el papel perdido en un rincón. Los chorreones que se deslizan por la pared, empapada, chocan contra el entablado, se remansan en charcos que al crecer alcanzan la hoja y allí se ocultan. Su humedad, no obstante, los delata oscureciendo palideces. Cuando amaine la tormenta , el apunte olvidado habrá imaginado el cuadro.