Barso Re, A. R. Rahman
Nadie en la aldea es cualquiera. Dependemos de todos, incluso para merecer un saludo que alegre el día. Hasta el conductor del autobús, que llega una vez por semana envuelto en una nube de polvo, es una personalidad en el pueblo. Le preguntan por su mujer e hijos, y a cada uno le cuenta la misma historia, pero saltándose partes, por abreviar, de modo que el último se queda sin saber nada. Luego se toma un té bajo una sombrilla y dice satisfecho: «El horizonte». Cuando vivamos en la ciudad, amado Paranjoy, ¿quién preguntará por la madre enferma de Vanalika?