Los huéspedes de este huidizo hospedaje no lo abandonan, sino es para salir y no querer volver. Hay un número en la puerta de cada habitación y dentro los atributos de la noche. Por los corredores idénticos pasean raras parejas de ser humano y palo con ruedas y botella invertida, cogidos del brazo. Sombras blancas van arriba y abajo continuamente. A veces una entra en el cuarto sin llamar y desaparece sin despedirse. Domina una quietud de acuario: todo se mueve, pero nada parece avanzar; el tiempo, menos que nada. La vida dormita; una enfermera la despierta jeringuilla en mano.