Ha dejado el coche en una roza al pie de la carretera que asciende a la cima. La silla plegable, el caballete, el lienzo, el maletín, la bolsa de la comida; le faltan brazos para acarrearlo todo. Se ayuda con la mirada no contemplando el sendero, la retama, la adusta umbría. Cuando el camino se abre hacia el valle amontona los utensilios y rastrea las proximidades. Se diría que busca encuadrar las vistas con las nubes, pero sólo observa con atención el suelo. Cuando halla un terreno llano, a favor de la brisa, se sienta satisfecho y abre los ojos.