El verano que abre las ventanas y que entorna las puertas me impedirá verla. El verano que brinca entre las piernas de las muchachas alzándoles las faldas y que descubre el torso sudoroso de los repartidores la ocultará. El verano que distribuye su gelatina por los cuartos y que inunda las calles con una luz caprichosa que parece no gastarse nunca le devolverá a mis manos la condición inútil de la utilidad. El verano se erguirá sobre la pira para que arda, melancolía, tu peso de manta antigua y el chapoteo constante de la lluvia en los canalones de hojalata.