Hilario Rodríguez ha vivido en ciudades de medio mundo con un único domicilio: su biblioteca. Ha sido camarero en Londres, estudiante en Cáceres, profesor de escuela pública en Chicago con un único oficio verdadero: lector. Ha sido hijo y nieto y es padre. Ha sido atleta en la pista y en las calles, corriendo sin cesar tras sí mismo; y cuantas experiencias ha conocido se entreveran con los libros que leía, de modo que vida y libros forman una única sustancia que el autor destila en Construyendo Babel. Con apariencia de ensayo se enmascaran unas memorias que ocultan la novela.