—No tengo paciencia ni edad para aprender a escribir todas las palabras, con la cantidad que hay; enséñame sólo las importantes.
—La escritura no funciona así, Xênia.
—No te rías, pánfila; aunque analfabeta, también yo fui jovencita y garbosa, ¿o es que crees que siempre anduve tan vieja?
—Es que se enseñan las letras, no las palabras.
—¿Y para qué sirven las letras si no es para escribir palabras?
—Pesada.
—Además, enseguida llegará un cliente y me dejarás a verlas venir; eres la preferida de la casa.
—Te haré caso. Empecemos: ¿cuáles es para ti la palabra más importante?
—Pirilampo.