Dentro del tren de cercanías dominan los grises. El suelo gris, los plafones grises, el tintado de las ventanas gris. A veces los asientos son rojos, pero se perciben, por simpatía, también grises. Entre una parada y otra el mundo parece echarse a la carrera. El mundo es para algunos filósofos lo que manifiesta un sentido, y para otros lo visible de cuanto se ve. Nunca se ponen de acuerdo. Es una sensación estúpida ver perder el mundo. Luego, en las paradas se recupera. Hay casi tantos viajeros que entran como los que salen. Nadie parece conforme con su destino.