El espejo es un artista dominado
por su estilo. La finura de su técnica, la precisión de su gesto, la rapidez en
captar el movimiento no le permiten, sin embargo, ser él mismo. Se debe solo a
los conocimientos que le convirtieron en virtuoso. Y a esa capacidad se entrega
sin apartarse ni un ápice en su práctica. Reo de la excelencia, lo que daría
por empezar de nuevo en las clases de dibujo y equivocarse. Por soliviantar las
medidas sabiamente trazadas por la teoría que tan bien aprendió. Por pintar con
los ojos cerrados cuando el modelo está posando.