Junio se enreda, buganvilla en flor sobre los cuerpos recién salidos de la ducha, y se transforma en los colores elegidos para festejarlo. El caramelo infantil del calor y el café poco cargado de las mañanas frescas van juntos en el vestuario que presagia el verano. Se prefiere la blusa que combine con cierta falda y los calcetines a juego con la camisa. Y se procura que la ropa sea la más agradecida al tacto de unas manos para que se abracen a la cintura de quien ha extendido su brazo por los hombros. El placer de desvestirse en junio.