Una elegía que cumple con Noireclaire veinte años. Hecha jirones. Y de cada descosido de aquella densidad, una hebra de palabras. Apenas nada. Casi sin el rastro de quien camina sobre la nieve con las suelas limpias. Sobre la página, el eco de un dolor que se ha acomodado en el hueco de los ojos. El silencio que crea en torno a sí un verso. Acaso poesía, al fin, los remiendos, pacientes, sobre el antiguo paño. La caja de latón que conserva las agujas, el hilo y el dedal como única herencia del tiempo. De quien solo guarda la escritura.