Escritas con letras de arena
sobre una traviesa ferroviaria, las cartas de Christian Bobin son el tren que
circula por esa vía. Idéntico al viento que cuela la ventana abierta y baila
una música silenciosa con la cortina que, enloquecida, salta sobre el
escritorio. Las cuartillas, también, que así empujadas su vuelo desordena sobre
los muebles y el entarimado. Lo que desaparece sin exigir comprensión,
resultados, prosa. Lo que cura aquello que ha de curar la herida. La vida verdadera. Recibo una carta de
Christian Bobin. No trata sobre nada, un poema no es más que un cuenco con agua.