jueves, 1 de noviembre de 2018

01 | El cuaderno de páginas de azogue



Hay objetos que hoy parecen triviales, pero hace cuarenta años no lo eran tanto. En un rincón cualquiera de mi primera adolescencia encontré —es el verbo que más se acerca a la difusa memoria— una libretita en octavo con las hojas en blanco. Completamente en blanco. Es decir, un libro sin ninguna letra. Aún. La ilusión con la que empecé a llenar las páginas es quizá el único recuerdo fiable. Había escrito antes algún diario escolar, sin vértigo, y no sabía muy bien qué era una novela, pero tenía claro lo que quería escribir: todo cuanto no me había ocurrido.