jueves, 7 de diciembre de 2017

Coro de ausentes | ÑAQUE


Unas cuantas palabras,
monedas dentro del hatillo
del vagabundo, bastan.
Las mismas, pocas. El aroma
a pan recién cocido,
la luz entre la fronda
una mañana de septiembre,
las campanadas de una ermita
al atardecer. Siempre ahí:
la fragancia de flores en el claro,
el crujir de una hogaza
al partirla, la luz que un ventanuco
filtra en el interior de la iglesuela.
Las palabras que expresan todos
los sentidos. Aquellos
que hay y los que la imaginación
crea. El olor de cirios apagados.
El concierto del bosque silencioso.
El bulto de los panes en la mesa,
su tenue resplandor.