martes, 25 de agosto de 2009

«Conté las letras. Había exactamente cien. Pensé que eso debía ser importante», Sylvia Plath en «La campana de cristal»

Tras las campanadas de las cuatro se despierta con frío y entorna la ventana que había dejado de par en par. A las siete se levanta para cerrarla. El cristal acalla el griterío ansioso de los pájaros. Dos goterones de pintura manchan el esmalte del marco. A veces anquilosan la intensidad de lo vivido y otras consiguen que renazca. Las formas todo lo trastornan con su anhelo de sentido. Son la niña que se asoma a la alacena en busca del tarro de compota, pero se asusta porque no ve a nadie. Si al menos hubiera un fantasma, entraría acompañada.