Algunos libros no quedaron concluidos cuando su autor dejó de añadirles páginas. O dicho de otra manera, la tentación de continuar la escritura de los libros admirables es un germen literario. Sobre un impulso de devoción hacia Petrarca, Daniel Rodríguez Rodero reescribe su propio aprendizaje en la desventura, los anhelos y las heridas que impactan en la experiencia. Lo hace sobre el cauce formal del soneto, que es al mismo tiempo homenaje de lector, taller de escritura y convicción de que las antiguas usanzas no tienen nada despreciable, al contrario, le añaden a la escritura contemporánea, paradójicamente,
una voz discordante.