Bajo la gabardina a destiempo de la época dicen que hay un filósofo. No quiero parecer escéptico, pero tampoco reconozco su cara, la verdad, de las portadas de revista que cuelga el quiosquero. Lo he visto renquear cuando camina y me he imaginado que tumbado leyendo, sí, quizá, estuviera más a gusto. Pero lo que me ha hecho dudar ha sido que al pasar frente al escaparate del anticuario ni ha mirado. No le ha dicho nada que haya quien le pinte las uñas de rojo al maniquí sosteniendo en su mano la rigidez y el silencio de la madera.