El momento en el que la barca se detiene y mis dedos juegan con la superficie cristalina del agua, en el lago. El tiempo tiene solo esta dimensión. Como en su metáfora se mueve, paso a paso, se cree que va siempre avanzando. Pero su camino transcurre siempre por el lugar por donde ha pasado. Es incapaz de salirse de la esfera y trazar en la pared, o en la muñeca, o en el campanario, un recorrido diferente, un irse sin saber hacia dónde. Al contrario de este momento, que crea espacios en lo desconocido, construidos para vivir un presente.