En enero el jardín recibe cartas del invierno, pero nunca las lee. Deja que se amontonen sobre la estera de la puerta, con descuido. Un día, me digo, las abrirá una tras otra. Qué hermosa jornada, tanta correspondencia. La víspera de Reyes lo que se acumula son personas frente a las cajas de los comercios. Por eso me he venido aquí, lejos del bullicio. Algunos niños corretean en los columpios y las cuidadoras forman un círculo ciego junto a la tapia. Me he sentado en este banco y al poner la mano: la cubierta de un libro. Olvidado. ¿Mi regalo?