De los días vividos con intensidad, también de las palabras con las que han sido encarnados, quedan revoloteando en el aire aparasoladas cipselas como si el tiempo hubiera soplado un diente de león. Cada acrobática semilla lleva en su interior momentos de vehemencia, notas de una canción, sílabas que pertenecieron a un nombre pronunciado. El viento antojadizo y cambiante las conduce a lugares diferentes, las dispersa en los campos y por calles empedradas de los pueblos. Casi burbujas de jabón, flotan en la cavidad del recuerdo si cerramos los ojos. Escribir es recolectarlas. Reunir la flor antes de ser soplada.